PENSIONES: EL SACO DE LOS GOLPES
Como sucedió en la crisis anterior, se están inoculado mensajes para que la ciudadanía nos acusemos uno/a a otro/a, nos despistemos y no miremos hacia arriba.
Se insiste en afirmar que la evolución demográfica hará insostenible el sistema de pensiones cuando lo cierto y verdad es que nadie ha sido capaz hasta ahora de anticipar correctamente cuál será la composición de la población a unos cuantos años vista. Y olvidando, además, algo tan elemental como que la sostenibilidad de un sistema de pensiones no depende de forma determinante del factor demográfico. Lo que influye más rotundamente no sólo es el número de personas que estén trabajando y sin trabajar, sino la magnitud de la tarta y el criterio de reparto que se establezca. Lo decisivo no es si trabajan muy pocas personas o muchas en relación con la población total. Podría ocurrir, por ejemplo, que trabajen muy pocas personas pero tengan una productividad tan elevada que puedan producir una tarta tan grande o mayor que la producida por muchas más personas pero menos productivas. Lo decisivo es, por tanto, el tamaño de la tarta y, además, qué parte de la tarta es la que se va a dedicar a retribuir a cada quién (propietarios del capital, trabajadores o pensionistas). Si la demografía permitiera que trabajase gran parte de la población y que sólo una pequeña estuviera jubilada, pero con una masa salarial equivalente al 10% del PIB, podría haber más dificultades para financiar las pensiones que si trabajaran muy pocas personas pero con una masa salarial de donde sacar las pensiones equivalente al 70% del PIB.
Como hace siempre, el Banco de España siembra primero la duda con argumentos falaces sobre la sostenibilidad futura de las pensiones y presenta luego como soluciones lo que no son sino fórmulas intelectualmente denigrantes de hacerle el juego a la banca privada. Su argumento provocaría risa si no fuera por el daño social que hace: como hay mucho gasto, las pensiones son insostenibles, de modo que la solución es… reducir el gasto, bien evitando que se actualicen, reduciendo su cuantía o aumentando la edad de jubilación.
Que no nos traten como tontos y tontas.
Para abordar el problema que plantea la financiación de un sistema público de pensiones lo que hay que hacer es responder en primer lugar a dos preguntas cruciales y previas: ¿queremos que el conjunto de la sociedad, en función de un principio de solidaridad o de reparto, garantice un ingreso digno a las personas que han dejado de trabajar o preferimos que cada persona se las arregle como pueda, mientras esté trabajando, para garantizarse por su cuenta, mediante su propio ahorro, un patrimonio suficiente para cuando se jubile?
La sociedad española decidió y lo plasmo en la Constitución, ser solidaria con la población jubilada. Por lo tanto, si se quiere respetar la existencia de un sistema de pensiones públicas basado en la solidaridad y digno, lo que hay que hacer no es ir cortándole capas como a una cebolla hasta hacerlo desparecer para que la empresa privada se lucre, sino encontrar la forma de aumentar sus ingresos y, por supuesto, hacer que sus gastos sean los que tengan que ser y no otros. Y, por otro, que aumente la masa salarial y su productividad, o que se diversifiquen las fuentes de ingresos del sistema, pues en ningún lugar está escrito que las pensiones públicas se tengan que financiar sólo con las cotizaciones sociales.
Que no nos engañen, ni sirvan en bandeja un negocio colosal a los grupos financieros privados pues lo que están proponiendo en realidad es que éstos se hagan con el ahorro de los grupos sociales más pudientes para invertirlo en beneficio propio.
El Banco de España influye de forma no imparcial, cuando lo que recomienda es que los/as españoles/as ahorren más por su cuenta para garantizarse una pensión en el futuro.
Fuentes: Artículo original de Juan Torres López, del Consejo Científico de Attac publicado originalmente en Público.es
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