DÉJÀ VU DE LA CRISIS



Empiezan a atisbarse la tentaciones de quienes acumulan capital de forma enfermiza a cualquier precio.
En la cultura oriental a la crisis se le considera una oportunidad, una actitud que influye positivamente en la superación de circunstancias adversas. En cambio hay otras personas que al oír crisis se le reflejan en el brillo de los ojos el símbolo del dinero. Una oportunidad de reestructurar la empresa y deshacerse de lastre, en forma de coste de personal, impunemente.

En una sociedad que fluye de forma vertiginosa, donde las noticias son obsoletas al poco de publicarse, cabe respirar profundamente y hacer memoria.
Fruto de la anterior crisis, se amortización miles de puestos de trabajo y los derechos laborales se vieron mermados con una reforma. Cuando la gente se indigno, se les quiso tapar la boca con la ley mordaza. El poso que perdura, es la precariedad laboral con un insostenible nivel de temporalidad y sueldos base avergonzantes. Algunos gritaban: ¡objetivo cumplido!, y brindaban con champán servido en zapatos de tacón.

La miseria se repartio pero los posteriores dividendos no. Un proyecto serio y sostenible de prosperidad se construye con el trabajo y el esfuerzo de todas, no a costa de las personas trabajadoras.

Tenemos un hándicap en la lucha y conquista de los derechos, y somos nosotras.
En el pasado, el colectivismo no había sido deteriorado, además existían factores como trabajar en una empresa con grandes volúmenes de personas asalariadas y durante toda la vida, que fomentaban la unión y la fuerza. El creernos que no pertenecemos a la clase obrera y caer en el engaño de la inventada clase media, nos hace desangrarnos, mientras sonreímos en nuestro cálido hogar revestido de comodidades y con la seguridad de un estado de bienestar construido, por millones de personas que no renegaban de la pertenencia a la clase obrera, todo lo contrario, les enorgullecia, porque eran la vanguardia del progreso.

En el actual escenario, el individualismo campa a sus anchas y nos debilita ante los que quieren atentar contra los derechos fundamentales de una sociedad sana, solidaria, inclusiva y sostenible. Rica, por lo que construye y no por lo que destruye.

Paradójicamente, nos unió el confinamiento, que no es más que una restricción en nuestras libertades individuales. Despertando nuestra conciencia colectiva y experimentando otras formas de:

  • Consumir (consumo responsable y slowshopping).
  • Trabajar (teletrabajo, cuando algunas empresas sostenían, en el pasado, su inviabilidad material y/o productiva).
  • Relacionarse con nuestro barrio y con los vecinos de forma más intensa (cuando anteriormente solo cruzábamos un saludo por educación).
  • Relacionarse con el planeta tierra, dándole un respiro.
  • Gestionar los espacios públicos, habilitando temporalmente zonas peatonales.

La casualidad o causalidad nos hizo ver  otro mundo diferente, ya no es una utopía o una fantasía de cuatro soñadoras, es posible, es real.


Fuimos mejores, unidos en la distancia, que separados en la cercanía. El ser humano no deja de sorprenderme, avivando de vez en cuando la llama de la esperanza.


Comentarios

  1. Unión, resistencia y lucha. Un análisis enriquecedor

    ResponderEliminar
  2. Los nuestros ya lucharon hace mucho tiempo por los derechos, no dejemos que nos los quiten.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Tu aportación es importante, nos ayuda a mejorar, gracias.