DEAL OR NO DEAL

 


La pandemia ha actuado de catalizador del 'new green deal', pero, ¿a qué nos enfrentamos?:

  • A un cambio para salvar el planeta y actuar contra el cambio climático. Recordar que vivimos con el planeta en supuesta simbiosis, no sobre él, pisoteándolo.
  • O es la fase 2 de un capitalismo teñido de verde, al estilo de Chicago, el día de San Patricio.

Tiempos de oportunidades, con un camino incierto a construir y lleno de incertidumbres, y amenazas por las oscuras intenciones de l@s que se disfrazan con piel de cordero.

No sé cuál es el camino, pero sé que es una decisión a tomar por parte de las personas que poblamos el planeta, y no por unas pocas con sed de negocio, movid@s por la avaricia y el egoísmo, carentes de humanidad o empatía. Que parten y reparten a su voluntad, creyéndose dueños/as de un trozo de roca inerte, como si de una mercadería, se tratase. Sin percatarse, de que está viva y con lo que se comercia, es el suelo y el techo de su propio hogar.

Al borde de que el planeta nos desahucie; ¿qué modelo nos puede ayudar en este gran reto?

¿Van a decidir por nosotr@s?

Exijamos que la construcción de nuestro futuro, debe pasar porque seamos un agente decisorio, y no sólo contemplativo o esclavo del padecimiento.

El new deal verde y las ideas de build back better, plasmados en los programas de reactivación económica que se preparan en EE.UU. y Europa para la era pospandemia,  incluirán las inversiones necesarias para ir construyendo la economía de cero emisiones de gases invernaderos, energías renovables, coches eléctricos, rediseño de las ciudades para una mayor eficiencia energética, etc.

Hasta Joe Biden se muestra bastante dispuesto a dar el paso de la reactivación por medio de inversión, pública y privada, diseñada para acelerar la transición a la economía de cero emisiones. Economistas del calibre de Bob Pollin han elaborado convincentes programas de creación de empleo y de crecimiento acelerado que servirán también para alcanzar la economía de cero emisiones.

Es un escenario esperanzador. Pero, por otro lado, al leer el libro Less is more (How degrowth will save the world), de Jason Hickel, hace reflexionar, si el posicionamiento y punto de vista del que se parte en la reactivación económica planteada por EE.UU. y Europa son eficaces para alcanzar su objetivo. O, por el contrario, la forma de hacer de modelos neoliberalista predecesores heredados, provocan un efecto antagonista, al deseado.

Hickel es un antropólogo que, tras su anterior apoyo a la expansión de la economía para lograr las metas de reducción de emisiones, se ha ido acercando a la escuela del decrecimiento. Apoya el keynesianismo fiscal para impulsar la transformación de emergencia. Pero sostiene que, sin un cambio radical de nuestro modo de vivir, no  se resolverá el problema del cambio climático, ni la extinción catastrófica de especies ni el colapso medioambiental generalizado. Hickel rechaza la viabilidad de un camino capitalista a una economía verde porque el crecimiento del PIB sin fin ya no es una opción –al menos en las economías avanzadas– si se quiere alcanzar las metas del Acuerdo de París de mantener la subida de temperaturas antes del 2050 por debajo de dos grados centígrados.

“Lo que diferencia el capitalismo de otros sistemas económicos es que se organiza en torno a un imperativo de expansión constante o crecimiento, con niveles cada vez más grandes de extracción industrial”, escribe. Esto no es compatible –ni tan siquiera bajo una gestión racional keynesiana y socialdemócrata– con el futuro del planeta, sostiene Hickel.

Sin coincidir con la necesidad del decrecimiento, la tesis de Hickel sobre la extracción voraz del capitalismo, incluso en su versión más sostenible, me resulta muy convincente. Confirma algunos de los temores sobre el impacto social y medioambiental de la extracción de materias primas.

Hickel hace una crítica demoledora a la idea del “crecimiento verde” basada, en parte, en el problema de que “la transición a la energía renovable va a exigir un aumento drástico de la extracción de metales y minerales.

En relación con la extracción de metales, el antropólogo advierte: “La minería ya se ha convertido en un impulsor de la deforestación, del colapso de ecosistemas y de la biodiversidad en el mundo entero. Si no tenemos cuidado, el aumento de la demanda de energías renovables va a exacerbar esta crisis”.

Hickel alerta sobre el peligro de que “partes de América Latina y África sean el objetivo de una nueva fiebre de recursos naturales y víctima de nuevas clases de colonización”. Y, efectivamente, las tensiones geopolíticas entre China, Europa y Estados Unidos se manifiestan cada vez más en planes diseñados para asegurar el acceso a territorios en los que hay depósitos de minerales críticos. Al igual que a finales del siglo XIX.

Para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, la producción de los 17 minerales más importantes para la producción de energías renovables y la fabricación de vehículos eléctricos tendría que subir de 40 millones de toneladas anuales a 140 millones antes del 2050, un aumento del 3.500%, según los cálculos de la Agencia Internacional de Energía. El Banco Mundial calcula que la demanda total de minerales necesarios para la transición alcanza la estratosférica cifra de 3.000 millones de toneladas.

Cientos de miles de turbinas eólicas, algunas más altas que la torre de Eiffel, serán construidas en los próximos años y exigirán enormes cantidades de cobalto, zinc, molibdeno, aluminio, zinc, cromo... entre otros metales.

Así mismo, la construcción de otros miles de centrales de energía fotovoltaica generará una demanda de millones de toneladas de cobre, hierro, plomo, plata, aluminio y níquel sin olvidar los minerales críticos como el indio, galio, germanio, selenio.

Ya que se necesitan 3.000 paneles solares para generar un solo megavatio de electricidad, el Banco Mundial calcula que la demanda de materias primas para fabricar estas instalaciones fotovoltaicas subirá el 300% antes del 2050.

Las baterías de ion de litio requieren cobalto y litio, cuya demanda se disparará más de 1.000% en las tres próximas décadas. Hickel calcula que cada tonelada de litio requiere casi dos millones de litros de agua, tal vez un cálculo exagerado. Pero no es un buen augurio para el futuro del salar de Uyuni en un altiplano andino ya asolado por las sequías del cambio climático. La esperanza es que nuevos métodos químicos de extracción puedan reducir el consumo de agua en el proceso de evaporación del litio. Pero esto aún está por ver.

Pasa lo mismo con el cobre cuya demanda será cada vez más elevada, ya que es un elemento esencial de casi todas las nuevas tecnologías verdes. El Banco Mundial calcula que la producción de cobre en las próximas décadas, solo para la transición energética, alcanzará 30 millones de toneladas. Tal y como se explica en Oro petróleo y aguacates en un capítulo sobre la minería en tierras quechua del altiplano peruano: “Mientras los consejeros delegados de las multinacionales mineras que llegaban a Apurímac (Perú) destacaban la importancia del cobre para la low carbon economy (la economía global necesaria para cumplir con los objetivos de bajar las emisiones de CO2), los líderes indígenas destacaban un dato escalofriante. En la actualidad se necesita el doble de agua para producir cuarenta kilogramos de cobre que a principios del siglo XX, y el agua escasea cada vez más en el altiplano andino”.

Las nuevas venas abiertas de la economía capitalista verde no solo son latinoamericanas. Basta con visitar la Sierra de la Mosca en Cáceres para averiguar por qué. Una mina a cielo abierto en Cáceres de la multinacional australiana Infinity Lithium es uno de los proyectos respaldados por la Comisión Europea. España es un país que tiene potencial para suministrar litio y níquel. Pero en Cáceres no lo tienen tan claro. La plataforma ciudadana Salvemos la Montaña teme la contaminación del agua en la Ribera del Marco y daños a un ecosistema único –por ejemplo, los extraordinarios alcornoques– en la Sierra de la Mosca.

¿Cuál es el camino hacia adelante? Lo primero es evitar una divergencia destructiva entre los defensores del new deal verde y la escuela del decrecimiento. Hay que buscar un espacio común. 

Como sostienen Pollin y Noam Chomsky en su nuevo libro, con suficiente inversión pública, el new deal verde sí puede facilitar un crecimiento del PIB desacoplado de las emisiones de C02. Tal vez el punto de convergencia, es que no existe una vía hacia la salvación del planeta que no pase por la superación del capitalismo.

Pero la cuestión de la extracción de materias primas y sus consecuencias sociales y medioambientales no está resuelta. Debe ser abordada de forma democrática tanto en Europa y EE.UU. como en los países que  tienen los  principales depósitos de metales esenciales para la transición energética. Lo fundamental será apoyar económicamente, primero, mediante la condonación de su deuda, a países  como Bolivia para que el futuro del planeta no pase por la destrucción de su medioambiente.

Referencia artículo original: Andy Robinson 31/12/2020 CTXT ¿Puede el 'new deal' verde, salvar el planeta?

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