CAPITALISMO, SOMOS ESPERANZA.

 


Dudo de la propia duda. Tengo al capitalismo, metido entre ceja y ceja, como si de un malvado de cómic, se tratase. Y eso, a pesar, de no ser puramente comunista, socialista, anarquista..., sino una mezcla de varias ideologías. Ni te quiero contar, para quien lo sea.

 Leyendo a Layla Martinez, he ido reflexionando sobre el actual modelo que padecemos, y me ha reconfortado, encontrar un hilo de esperanza. Como el hilito de escape de fuel del Prestige o los brotes verdes de la economía española.

El capitalismo ha atrofiado nuestra capacidad para imaginar un mundo mejor, en el que él, no sea el actor principal. Y, aún cuando, sentimos sus efectos dañinos, en nuestras carnes o a través de la pantalla, nuestro inmovilismo permanece impertérrito. Hasta, a veces, se escucha: "la vida es así". Narcotizad@s, adoctrinad@s o cansad@s del triste recuerdo de intentar zafarnos de las cadenas de la esclavitud, no hemos vuelto a intentarlo. Comod@s con nuestro estilo de vida occidental, y comprad@s por el reconfortante  consumo, todo parece más fácil de digerir. Nos atraviesan condiciones materiales que permiten un escaso margen para la toma de decisiones sobre la base en la que construimos, delegando la constitución del futuro a otras personas que poco o nada, tienen que ver sus lucrativas intenciones, con el beneficio global mutuo.

La historia, nos alumbra y nos enseña, que desde lo alto del Coliseo, también Roma parecía eterna, sin una alternativa viable.

El neoliberalismo, con ánimo de perpetuarse en el poder, ha ido inoculado el antiutopismo, generando una sensación de imposibilidad de establecer un modelo alternativo, mejor que el suyo. La toma del Palacio de Invierno o la de La Bastilla pertenecen al pasado. 

Mostrar los días de desesperanza, la desilusión o los fracasos me parece también importante porque muestra que el día a día de aquella gente no era tan diferente del nuestro. 

La clave no es tanto tener esperanza como ser esperanza, convertirte tú en esperanza y una fuerza de cambio.

El proyecto neoliberal ha creado un sujeto ideal que se comporta en todos los aspectos de su vida tal y como lo hace el mercado: individualista, competitivo, utilitarista, siguiendo lógicas empresariales. Eso ha ido unido, a la búsqueda de la ruptura de la sociedad, sintetizado en la frase de Thatcher, acerca de que no existe esta, la sociedad, sino solo individuos y familias. Esa ruptura de lazos nos ha dejado un poco impotentes y frustrados, con la sensación de que los cambios sólo van a venir por un cambio en el modelo de gestión. Cambiar las cosas exige el encuentro con los demás, exige algo más que tiene que ver con soñar a lo grande. No soñar solo con una mejor gestión, sino ser más ambiciosos/as.

El capitalismo es un sistema que te impide sentir. Que te exige producción sin importar que estés en duelo, enfermo o enferma o enamorándote. Con cada vez jornadas más largas, que a veces no dejan tiempo ni para estar con núcleos de cercanía como las amistades o a la propia familia, ¿cómo conspirar colectivamente hacia la utopía, con la energía que además exige el activismo?

Para la ruptura, tiene que haber mucha gente que crea que es posible, y gracias a creerlo, que se comience a comportar como si fuera posible. A lo mejor eso pasa en el bar después de salir del curro.

El consumo de psicofármacos que tienen que ver sobre todo con trastornos de ansiedad o con dificultades para descansar se ha duplicado entre la población asalariada. Algunas de las heridas emocionales están profundamente relacionadas con esa parálisis colectiva. Se retroalimentan mutuamente. Esta sensación de estar tan solos/as, tan aislados, produce parálisis colectiva y esta contribuye a lo primero. 

Sanar tiene que ver con tratarnos entre nosotr@s de una manera diferente a las relaciones utilitaristas del proyecto neoliberal. Querernos entre nosotr@s. Poner la vida en el centro, y que la economía o el trabajo sean un medio para cubrir las expectativas y demandas de la ciudadanía.

El neoliberalismo se ha presentado como única realidad posible y ha silenciado muchas luchas, o incluso las ha presentado como una alternativa peor a lo que hay. 

Un ejemplo reciente claro, ha sido Venezuela, que con todos sus problemas y fallos, hay poca gente aquí, que conozca el proyecto del Estado comunal de Chávez. No era un proyecto utópico pero sí de apostar por otra cosa y la ferocidad con la que fue atacado demuestra que cualquier otra opción se presenta como peor.

También existen otros ejemplos de colectivismo en Chiapas (México), donde las comunidades indígenas libres, con la colaboración del EZLN desarrollan, con éxito, una relación social a través de una democracia participativa y anticapitalista, siendo comunidades autónomas del estado central.

La meritocracia es por donde el capitalismo nos tiene muy cogid@s, con esta idea de la salvación individual, y que si no me salvo yo, al menos mi hijo. Creo que eso ahora está mucho menos asumido y eso es positivo para pensar en una salvación colectiva.

Frente al discurso hegemónico sobre un futuro presentado invariablemente como peor, es lógico que nos refugiemos en cosas muy pequeñas, en lo cotidiano, en cuidados o relaciones de pareja o con nuestros hij@s. Es comprensible, pero si tod@s lo hacemos, el efecto combinado es terrible, porque el espacio de la política es también el espacio de la casa y de las relaciones cercanas, pero necesita el encuentro en la calle, en el trabajo, o con desconocid@s que dejen así de serlo, al generar un vínculo común. El efecto de la retirada al refugio es devastador para la posibilidad de construir un proyecto colectivo.

Es habitual y por experiencia personal, que cuando encuentras un lugar para reunirte, hablar, crear cultura, colaborar, ayudar y dinamizar el barrio; el ojo que todo lo ve, fija su mirada y como un lobo hambriento cruza el bosque para desahuciarte y descomponer el altermundismo a pequeña escala, que le amenaza, con su mera existencia. Borrando su mensaje e impronta en la historia.

Para ir terminando, quiero citar una reflexión de Julen Bollain, que dice así: 

"Libertad no es que quien tenga dinero pueda hacer lo que quiera. Eso es privilegio.

La libertad es que todas las personas tengamos la existencia material garantizada para poder desarrollar nuestro proyecto de vida libremente y sin depender de nadie."


SOMOS ESPERANZA, con el colectivismo y el encuentro, generaremos un vínculo común.




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